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Dinámicas de una Secta Quetzalteca


Mientras escribo esto está sonando un Caribe Mix que debe ser como del 2005 y estos locos están gritando la letra de alguna canción que nos recuerda a nuestra infancia. Ya los oigo coordinar alguna coreografía improvisada y seguro que esto acaba en que suban los porteros a llamarnos la atención por el ruido y no son ni las 7 de la tarde de un martes común y corriente.


Mas o menos así son siempre nuestras tardes. Al llegar a casa del trabajo ya ni siquiera pasamos por nuestro piso, nos vamos directas al piso de Ju, Laia, Albert y Lluis. Pasamos tanto tiempo en el 6 que ya parece que vivamos ahí, tenemos llaves y todo. Nos tiramos en el sofá con lo que encontremos de merienda y los chicos nos preguntan qué tal el día. Cada uno cuenta lo suyo: anécdotas del trabajo, ideas para el finde, planes para la noche, alguna locura que hayan hecho Ju y Laia... Poco a poco sube el volumen de la conversación a medida que nos vamos emocionando con mil ideas y planes. Llamo la atención del grupo y, como no, Lluis es el último en callar porque por algo esta discutiendo. Saco El Palo de la Verdad (que no es más que un globo en forma de corazón pegado a un palo que encontramos un día en la basura pero que para nosotros es sagrado) y convoco una asamblea porque dejamos demasiados temas sin resolver y todos saben lo mucho que eso me estresa.


Empezamos con el tema más controversial: qué hacemos el finde. El Palo de Verdad le da la palabra a Maria, que es nuestra guía turística por excelencia y, como siempre, tiene un plan genial para nuestro finde. Lo debatimos, Lluis se queja por algo (o por vicio), y votamos. Tema zanjado. Cada uno explica con quien ha hablado y con quien ha quedado para hacer algo durante la semana. Yo saco el XelaWho, que es como mi Biblia, y les digo que planes hay para cada día y así vamos decidiendo qué hacer y con quien quedar. Finalmente, casi cada día sale un plan estupendo.


Sin darnos ni cuenta ya son las 7 y Laia pregunta: "Oye, una cosa chicas ¿vamos a yoga hoy?". Son y diez y entre que nos cambiamos y salimos corriendo por la puerta quedan 2 minutos para que empiece la clase. Cuando llegamos de yoga y los chicos llegan de salsa, la pareja a la que le toque ese día se pone a cocinar (a menos que le toque a Lluis y Albert, en cuyo caso llevan desde las 2 de la tarde estresandose por la cena). Aunque no te toque, al final siempre acabas ayudando a picar verdura o a preparar la mesa.


"Ey, ¿ponemos música?". Solo eso nos hace falta para entonar nuestras playlists que van desde clásicos en Catalán (que poco a poco estoy aprendiendo) hasta 17 Años (una cumbia guatemalteca que debe tener, mínimo, unas 2 décadas). Nada se salva en nuestra playlist: Queen, Maluma, Bruno Mars, David Bisbal y hasta Celia Cruz.


"Nois, ja esta el sopar!!!" La cena esta servida, y supera la de ayer y las anteriores, por que de alguna manera siempre nos quedan platos riquísimos. Una vez cenando, empiezan los debates monotemáticos de todo lo que no se debe hablar en la mesa: política, religión y sexo. Y así hasta que alguien saca el vino barato: Don Simón en caja, por que no tenemos sacacorchos, y en bol por que no nos quedan vasos limpios. Pasamos de canciones lentas al reggeaton viejo y se empieza a animar la cosa. Ya son casi las 10 y en teoría a partir de las 10 no podemos hacer tanto ruido así que shh, no gritemos tanto chicos. Suena Daddy Yankee y se nos olvida que no podíamos gritar: nos ponemos a bailar y a cantar como unos locos y de repente son las 11 y se nos hará tarde, que habíamos quedado a las 9:30.


Salimos corriendo de casa. Aguanto la puerta mientras los arreo a todos fuera y los hago callar. Dios mio chicos, a ver si nos van a echar de verdad. No mováis los muebles que se queja la de abajo. Vaaaa, Lluis no cridis!!! Juuu, bajate de la silla que nos vamos. Mariaaaaaa tens claus? Siiiiii (sempre te claus). Salimos a la calle y por fin podemos gritar. Empezamos a cantar alguna canción que no sabemos bien bien como empieza, ni nos sabemos muy bien la letra pero ahí estamos, dándolo todo por las calles de Xela. Nos han dicho que nos reconocen por la calle por que vamos gritando, a veces vestidos iguales o con la cara pintada pero siempre el mismo grupo de 6 (y últimamente con Laia 2).


Donde vamos conocemos a gente. Ya nos lo dijeron al principio, Xela es muy pequeño y ya veréis que en un rato conoceréis a todo el mundo y es cierto: llevamos menos de 2 meses y parece que llevemos toda la vida aquí. Desde la señu Norma que nos vende los tacos antes de salir, hasta los profes de salsa, pasando por los bartenders del único bar que frecuentamos, nuestros vecinos, los hippies del parque y los guiris de turno. Casi cada día tenemos invitados a cenar a quienes les servimos lo que tengamos, como podamos y que, como mínimo, se sorprenden de vernos beber vino barato de bols de plástico.


Y es que no podríamos pedirle más a esta experiencia. Xela es muy viva y alegre, el proyecto y el trabajo nos encanta y nos tiene motivadísimos, la gente que hemos conocido ha sido súper amable y acogedora con nosotros y de cada persona que conocemos aprendemos algo (por no decir que cada uno es un personaje en toda regla).


Pero, sin duda, lo mejor de lo mejor ha sido nuestra secta. Y es que nos queremos mucho y se nota: todo el día nos damos abrazos, mimos y cumplidos, cuando uno esta en crisis ahí estamos todos con apoyo moral y un coaching psicológico (a veces aunque no lo quiera). Nos alegramos desmedidamente por las cosas más pequeñas como que haremos palomitas o como que haremos tarde de spa. Tanto nos escandalizamos por cualquier cosa que en la resi los porteros nos odian por hacer tanto ruido pero es que es inevitable: nos retro-alimentamos las locuras. "A ver, tengo una idea, no se si os va a gustar..." empieza uno y así acabamos saliendo con la cara pintada y gritando canciones de La Oreja de Van Gogh.


Bailamos mucho, a todas horas, a destiempo y sin música. Cantamos más todavía: cantamos aunque no nos sepamos la letra, cantamos para reír, cantamos para llorar, cantamos porque nos aburrimos y cantamos tanto que les digo que voy a imprimir las letras de nuestros hits. Cantamos tanto que les tengo que decir que no canten tan alto en público que nos miran mal. Cantamos tanto la gente con la que vamos se harta de nosotros. Cantamos porque somos felices y no sabemos cómo más expresarlo.


Cada uno aporta su granito de arena y su manera de ser para completar la secta. No quiere decir que seamos perfectos, pero nos aguantamos nuestros defectos, nos celebramos las virtudes y así vamos. En el fondo se sigue escuchando un Caribe Mix (ya vamos por el 2008), ellos siguen entonando la letra a medias y ya los veo venir hacía mi, a sacarme a bailar en medio del salón de casa un martes común y corriente.



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