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Y voló

Y voló, el tiempo voló y no volverá. Qué vivo dentro nuestro, qué intenso todo. Qué ganas de vivir todo lo que queda.

Llega el momento de plantear las últimas semanas de proyecto y nos empezamos a agobiar. Por suerte no nos estresamos por el proyecto en si, Sofi y yo somos tan cuadriculadas que la infinita excel-agenda que diseñamos los primeros días nos ha permitido un margen de casi 4 semanas de implementación.

Y en eso estamos, disfrutando de convertir en tangibles ideas entre las que navegamos y maduramos de camino a la oficina (determinando objetivos para el día y saludando a Mario, el taxista), durante horas de oficina (superando la diferencia cultural en el trabajo, que más de una vez nos hace perder la cabeza), de almuerzos en el mercado (dónde intentamos diversificar pero acabamos en las enchiladas de señito Norma, que ya nos hace precio), de cenas (mareando a Lluís y Albert, que lo encuentran todo muy interesante), de chelas con los amigos de Xela (que no entienden como pasamos de consultoras sociales a el alma de la farra en 0'), de meditación en el lago (con algo de goma), de platicar con las mujeres del mercado (mientras Ju y Laia regatean 3 quetzales por no sé cuántas zanahorias)... y un largo etcétera de situaciones "random". Un proyecto-bebé del que no desconectamos, pues queríamos aprovechar cada oportunidad para enriquecer nuestra comprensión del entorno en el que jugamos. Solo así hemos podido entender la diferencia entre lo que creemos que funciona en la teoría de clase europea, y lo que funciona en un país cuyo sistema, a nuestros ojos, no tiene ni pies ni cabeza. Comprender la historia de una fundación que ha superado mil obstáculos, muchos de ellos con cara de gobierno. También son retos adaptarse a la 0-estandarización, a la 0-planificación, al recelo por compartir información, a las muy distintas percepciones sociales sobre temas como la publicidad... Todas estas variables implicaron cantar "1,2,3, un pasito para atrás, Maria" muchas veces durante el primer mes.

Llamémosle empatizar, empaparse o chocar con una realidad de niveles de complejidad inimaginables. Llamémosle querer lograr resultados, sí o sí, cueste lo que cueste. Nos hemos precipitado a veces saltándonos al tutor llamando a la puerta de la gerente por ejemplo, nos ha faltado empatía otras, hemos obviado o prejuzgado y hemos perdido la cabeza intentando entender ¿QUIÉN * PIERDE EL ORGANIGRAMA DE SU FUNDACIÓN?, por ejemplo. Sí, muchas veces. Pero también nos hemos levantado tantas... de hecho, siempre. Siempre hemos encontrado la manera de cambiar el rumbo y llegar al mismo destino.

Y es que en estas situaciones, doy gracias por estar rodeada del equipo en el que estoy. Como dice Sofi, cuando no sabemos si necesitamos reír o llorar, nos hacemos reír, decidimos reír. Y cuando pasa el "heat of the moment", llega el análisis mientras compramos pan dulce para pasar la ansiedad y la frustración. Muchos abrazos, mucho coaching (siempre hay una que tira del grupo), un café y a replantear.

Más tarde llega la asamblea, porque tal y como acaba de decir Laia: "Lo hablamos mucho todo, demasiado... Nos organizamos muy bien, se nota que somos cuadriculados". Pero para eso dejo paso a Sofi y al post que tiene en mente, que plasmará nuestras dinámicas de equipo, o mejor decir nuestros rituales de secta.

Y voló, el tiempo voló y no volverá. Qué vivo dentro nuestro, qué intenso todo. Qué ganas de vivir todo lo que queda.


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